sábado, 13 de diciembre de 2014

De la corrupción a la obsolescencia programada del bipartidismo


La falta de transparencia no es la causa de todos los males pero sabemos que lo ha empeorado todo. Su primera consecuencia es la corrupción que a su vez ha lastrado el buen gobierno de las instituciones y coartado el desarrollo económico y también el social. 

Hablamos del despilfarro, el amiguismo, comisiones ilegales, prevaricación, cohecho, irregularidades en la contratación pública, subvenciones y concesiones y por supuesto el tráfico de influencias. El sistema se ha corrompido y aparecen las puertas giratorias, los amaños, nombramientos irregulares, una legislación que no favorece el interés público, el deterioro del medioambiente y sobre todo el premio a la incompetencia.  Es imprescindible que cale la idea de que la transparencia es esencial para el buen funcionamiento de las administraciones, los partidos, los agentes sociales y las empresas. 

La opacidad es un terreno abonado para el “capitalismo castizo”, para los negocios que no florecen en el mercado, sino al amparo de privilegios y de los poderes públicos.  La probabilidad de comportamientos corruptos depende en gran medida del grado de intervención política o funcionarial en la vida económica, es decir, de la medida en que políticos y/o funcionarios pueden tomar decisiones con márgenes amplios de discrecionalidad que afectan a intereses económicos, proporcionando así oportunidades de enriquecimiento.  

Está comprobado que la corrupción crece cuanto mayor sea la intervención pública de la economía y menor la autonomía del mercado frente a la política; cuanto mas numerosos son los centros donde se toman decisiones con alcance económico, es decir, más descentralizada y desconcentrada esté la gestión del gasto público; cuanto mayor sea el margen de discrecionalidad de esas decisiones; cuanto menor sea su transparencia; cuanto menor sea el control a priori o a posteriori a que deban someterse; cuanto mayor sea el control político de los medios de comunicación (que es control económico) que tenderán a ocultar los casos existentes desvelando sólo los de los contrarios.  De este planteamiento inicial, España ocupa los primeros lugares en casi todo. 

La creciente invasión por parte del sector público en todos los ámbitos de la vida económica, social y cultural que ha conducido a una agobiante dependencia de licencias, autorizaciones, subvenciones y concesiones. La dispersión del gasto público en nuevas administraciones territoriales de distinto rango que no ha venido acompañada del correspondiente aumento de los órganos de control, sino todo lo contrario, de un aumento de la discrecionalidad en sus decisiones. Las innumerables entidades, fundaciones o empresas creadas expresamente para eludir la legislación de contratos públicos y disponer de mayores márgenes de discrecionalidad y opacidad, y el desplazamiento de los funcionarios de carrera por personas de confianza de los partidos políticos dispuestos a obviar la legalidad en beneficio de ellos. 

Por supuesto la falta de transparencia en las cuentas de los partidos políticos y las corruptelas en las actuaciones de los reguladores y en la utilización de la cláusula de “oferta económicamente más ventajosa”. También los medios de comunicación en serios apuros económicos que han sido capturados por los partidos políticos a los que sirven o por los intereses económicos que les sustentan. Un sistema judicial que llega tarde si no muy tarde y condicionado por un Consejo General del Poder Judicial muy politizado. Un sistema político que desincentiva el buen funcionamiento de las instituciones y favorece la impunidad y unos gobiernos proclives a concederse indultos mutuos en un juego escandaloso de “toma y daca” del que hay ejemplos sonrojantes para el país y los gobernantes.  

Con todo ello, la corrupción cuando se estabiliza y es continua produce el inevitable efecto de corroer las instituciones y desmoronarlas y sobre todo de generar un irresistible desafecto de la ciudadanía hacia la clase política.  El final de esta situación si no se pone remedio, es la decadencia completa del modelo de democracia por una clara obsolescencia programada de un sistema de partidos que a pesar de que escuchan las últimas notas de la banda de música del Titanic, todavía utilizan el y tú mas en su último debate en el Congreso de los Diputados en un claro síntoma de miopía política que demuestra una clara falta de liderazgo político al no presentar alternativas viables al principal problema estructural de un país que busca un claro horizonte de honestidad y transparencia. 

De esta forma nace la "Plataforma de la Sociedad Civil" (G2020) cuyo fin último es la regeneración democrática y de valores de nuestra vida política y social, mediante el análisis de los problemas y la elaboración de propuestas que ayuden a identificar algunas claves de la sociedad del futuro con la colaboración de El Ser Creativo y DontKnow y la presentación de QUINCE propuestas que ayuden EN TRANSPARENCIA al diseño y la divulgación de las claves de la sociedad del futuro con ponencias de 10 minutos que presenta Manuel Campo Vidal en: http://www.elsercreativo.com/transparencia2014  ¿Reiniciamos el sistema? 

José Antonio Rodríguez Salas
@JoseantonioJUN

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